Si fueran películas de amor
¡Maldito Juan José! o tal vez ¡Bendito Juan José!... ¿Quién sabe?... Hoy una vez más me encontré frente a una de tus películas sabiendo que tu reminiscencia italiana me llevaría una y otra vez a esa nostalgia inmigrante y culposa que tienen las cosas que no tienen mucho sentido.
"Cosas" escritas para ser mal leídas porque es sabido que nada resulta más complejo de leer que el papel mojado bajo la lluvia. Esa lluvia del amor, de la amistad, de los valores más sencillos que tiene el ser humano y que calan tan hondo en el corazón argentino.
"Lo único que no se puede abandonar es la pasión" dice, aproximadamente, la línea que destraba la trama argumental de tu última película. ¿Qué parte de esa instancia vive Jorge Pellegrini? Soy un joven que se acerca a esa tan temida adultez y me siento en esa visagra tan compleja de decidir como seguir.
Por momentos, Mastronardi me habla al oido y con su mirada me da fuerzas para hacerle caso a sus palabras "Hacé lo que te gusta". Temo estar respondiéndole así, igual que Jorge, "¿esa boludez me venís a decir?". Para después traicionar mis principios hasta el suicidio que, como diría Albert Camus, es lo más absurdo que existe.

Todas estas preguntas no son hechas al guión porque estoy convencido que el guión no se propuso responderlas. Tal vez sean para mí. Quizá sea importante para mí responder estas incógnitas.
A veces agradezco que tus historias estén enmarcadas en esa cáscara de nuez que son esas historias de amor. Siento que nos deja a nosotros, nostalgiosos y profundos, la posibilidad de quedarnos pensando en estas nimiedades tan trascendentales. Sólo me queda una certeza que quizá deje de serlo a través del tiempo: Nunca es ni el mismo amor, ni la misma lluvia.
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