BOTNIA EN SAN PEDRO (Los ríos eran púrpuras nomás)

Hace algunas entradas me excusé de no poder actualizar este blog por dos días seguidos manifestando que había formado parte de una investigación que pronto iba a estar en los medios nacionales.

Así fue, y este Domingo la tapa del Diario Crítica fue elocuente. BOTNIA EN SAN PEDRO. Un título que hace referencia a la presencia y por sobre todas las cosas a la actividad de la pastera Papel Prensa en esa ciudad. Como alguno de ustedes deben saber la papelera tiene tres dueños mayoritarios, Clarín, La Nación y el Estado. Los dos primeros publicaron hasta el hartazgo cuestiones relacionadas con las papeleras en Fray Bentos y la justísimo causa de los asambleístas entrerrianos. El gobierno nacional por su parte llegó al punto de presentar ante el Tribunal Internacional de La Haya. Y esto es grave, muy grave.

Imagínese usted que presenta una queja contra su vecino por ruidos molestos y usted ensaya todos los miércoles y viernes con una banda de rock. Sería bastante irónico. Bien, así parece ser en este mundo tan generoso como ese el argentino. El estado presentó ante los grandes tribunales internacionales de justicia un reclamo por contaminación mientras su propia empresa, dirigida actualmente por el Jefe de Gabinete de Ministros Alberto Fernández, tiene los más altos niveles de contaminación.

Hoy por hoy es mucho lo que se dice respecto de Papel Prensa y la contaminación que emana de la papelera más grande de la República Argentina. Les recomiendo que entren a la página web de La Opinión Semanario, periódico sampedrino que, a pedido de los habitantes de la zona, transcribió íntegra la nota publicada ayer por el diario Crítica.

En mi caso, y por haber investigado la noticia del allanamiento a Papel Prensa, realizado hace algo más de un mes, me convocaron para acompañar al equipo del matutino en su viaje. Tuve la fortuna de estar ahí viendo los vestigios de la contaminación. Por razones de respeto, ética y código profesional escribiré la crónica y los avatares del viaje pero esperaré a que sea publicada en La Opinión Semanario antes de traerla hasta este blog.

Hace aún más tiempo, bastante antes de que se produjera la requisa en la planta de celulosa, realizando una pasantía en la ciudad que vio nacer a Fernando Bravo y Lalo Mir entre otros, escribí un artículo de opinión vinculando ambas pasteras, Botnia y Papel Prensa. Premonitorio tal vez, aunque no es tanto el mérito porque la contaminación de Papel Prensa era un secreto a voces y una certeza muy difícil de obviar. A continuación les adjunto esa nota a la cual hacía referencia.

Los ríos de color púrpura

El título de la película francesa dirigida por Mathieu Kassovitz resulta ideal para describir un tema de índole nacional cuyas conexiones con San Pedro quedaron justamente bajo las torrentes de las aguas que dividen a las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos. Papeleras, asambleas, pretensados y como no podía ser de otra manera el típico negociado argentino que esta vez no llegó a buen puerto; llegó a puerto ajeno.

En “Los ríos de color púrpura” se producen dos situaciones a más de 300 kms. de distancia que en un primer momento no tienen una conexión aparente pero que, como suele suceder sólo en las películas terminan conectándose increíblemente. ¿Sucede sólo en las películas? Esta es una pregunta que vale la pena hacerse.
Hace ya cuatro años que la ciudad de Gualeguaychú dejó de ser conocida sólo por los increíbles carnavales que decoraban Febrero a Febrero las costas del río Uruguay. Desde el año 2003 las costas de la frontera natural que divide a la Argentina de la República Oriental del Uruguay tienen un paisaje cada vez más industrial. Cualquiera que se jacte de ser una persona mínimamente informada está al tanto de que hace ya algunos meses funciona una planta de celulosa de origen finlandés, en la vecina ciudad de Fray Bentos, llamada Botnia.
Todo episodio en este mundo tiene una historia atrás, todo tiene un orígen. El caso de la pastera que ahora funciona en la costa uruguaya no es la excepción. A comienzos del Siglo XXI los países más industrializados y avanzados del llamado primer mundo tomaron la decisión de proteger más su medio ambiente y, aprovechando el mundo globalizado, instalar fábricas o plantas en áreas del mundo que sean menos cuidadosos con la naturaleza circundante. Finlandia es considerada una de las pioneras en esta materia. A pesar de tratarse de inversiones más riesgosas se las prefiere a dañar el medio ambiente en su país de origen.
Es evidente para toda la comunidad internacional que una planta de celulosa contamina. No importa el proceso que utilice para fabricar la pasta que luego se procesa con el fin de obtener papel, siempre se produce algún tipo de contaminación. Ni Botnia en Fray Bentos ni Papel Prensa en San Pedro quedan exentas de esta cuestión. Toda papelera contamina y toda papelera necesita un río donde arrojar sus desechos.
Como es sabido el Río Uruguay es compartido y según dicen algunas fuentes las papeleras Botnia y Ence se habían acercado a la provincia de Entre Ríos interesadas en instalar en la ciudad de Gualeguaychú las plantas de celulosa que ahora lucen flamantes en las costas de enfrente. ¿Qué pasó? ¿Fue un ferviente deseo de cuidar el medio ambiente lo que llevó a las autoridades de esa provincia a decir que no? ¿Fueron las autoridades las que frustaron la operación? ¿Qué conexión tiene esto con San Pedro? ¿Por qué nadie habló ni habla del tema?
Éstas y otra innumerable cantidad de preguntas se presentan a la hora de plantear el caso lo cual abre un abanico de respuestas posibles. Las malas lenguas dicen que un pedido de dinero excesivo para la instalación de las empresas de este lado del río hizo que éstas desestimen la posibilidad y vayan en busca de costas más propicias para los negocios como aquellas en la vereda de enfrente. Sin embargo, no fue sólo en Gualeguaychú donde se frustró un negocio millonario a poco menos de 300 kilómetros de allí; aquí, en Río Tala se caía otro negocio de casi 3 millones de dólares y más de 100 puestos de trabajo que habrían sido mano de obra sampedrina. Las presiones gubernamentales impidieron que Prear pudiera vender dos estructuras de hormigón a las papeleras uruguayas argumentando una resolución en protección del medio ambiente.
Esta noticia fue tapa de la edición número 711 de este medio el 16 de Noviembre de 2005. Hubo en ese entonces un gran hermetismo en relación a esta situación. Desde la empresa no se mostró, al menos públicamente, un gran lamento por haber perdido tanta cantidad de dinero. UOCRA, por su parte, tampoco levantó mucho revuelo al respecto lo cual resulta cuanto menos curioso si tenemos en cuenta la cantidad de empleos que esto generaría. Las autoridades locales tampoco mostraron una gran inquietud frente a un hecho que resultó de gran pérdida para el municipio a nivel económico y a nivel social.
Ya ha pasado mucha agua por debajo y muy poca gente por encima del puente que se mantiene cortado entre Argentina y Uruguay. Las papeleras supieron esperar, causalmente, a las elecciones nacionales de Octubre para comenzar a funcionar a partir de una actuación grotesca en una convención de presidentes, digna del peor teatro de comedia.
Cabe preguntarse desde lo local a lo nacional, ¿Cuál es el saldo de este avatar producto de un capitalismo desmesurado? Como argentinos tenemos que pagar el precio de ver como una empresa internacional genera puestos de trabajo en la vereda de enfrente pudiendo haber estado en nuestro país empleando mano de obra nuestra. La excusa del medio ambiente reduciendo el costo político que esto significaría si se supiera la versión original de los hechos. A su vez, la cuestión ambiental generando otro costo político muchísimo más manejable desde la inoperancia y el desentendimiento que nos llevó a La Haya sin pasar siquiera por una negociación local entre dos países que desde siempre tuvieron una relación envidiablemente buena.
A nivel local nos resta lamentar aquel negocio que hubiese sido importantísimo para la región mientras observamos como funciona en nuestras costas una de las papeleras más importantes de nuestro país. Cabe preguntarse entonces, como es que la contaminación obvia e inevitable de Papel Prensa no parece preocupar al gobierno nacional y sí, la contaminación de las papeleras en las costas uruguayas. Quizá sea una buena idea agregar a las calcomanías que lucen en las lunetas de los autos y camiones “NO A LAS PAPELERAS” una frase que exprese la realidad de la cuestión: “NO A LAS PAPELERAS (en costas ajenas, sí en las nuestras)”. Es increíble como, no sólo en las películas, dos historias a casi 300 kilómetros de distancia tienen una conexión inesperada. Esperemos que esta vez los ríos no queden color púrpura.

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