Cándido o el optimismo

Cualquier lector avezado sabrá que el título de esta entrada hace referencia a aquel corto e inteligente cuento escrito por Voltaire allá lejos y hace tiempo. En Cándido o el optimismo Voltaire relata una situación muy particular. Cuenta la relación que se produce entre nuestro protagonista, que le da nombre al libro, y un personaje siniestro como es el Dr. Panglóss. Este hombre sostenía que vivíamos en el mejor de los mundos posibles. Basaba su argumento en que Dios había tenido que elegir entre todos los mundos para depositar al hombre y producto de su enorme bondad, como no podía ser de otra manera eligió el mejor de los mundos posibles.

¡¿Si esto no es optimismo que es?! Luego de algunas situaciones infortuitas Cándido interpela al Dr. Panglóss sobre la teoría de que este era el mejor de los mundos posibles. El ya decrépito Doctor intenta sostener su teoría a raja tabla recurriendo a razonamientos ilógicos. Si bien, al final de la obra es Cándido el que aparece como derrotado por la gran argumentación de Panglóss el lector puede notar lo que Voltaire deja al descubierto en la obra. Vivimos en el peor de los mundos posibles.

En la República Argentina actual las personas que ostentan el poder político y económico cumplen al pie de la letra el papel de Panglóss tratando de justificar que nuestro país es el mejor de los mundos posibles. Algunos sectores sociales se encargan de hacer el papel de Cándido aún a riesgo de que, como en la obra, queden ridiculizados.

Cabe preguntarse entonces ¿Qué quería demostrar Voltaire con este texto? Eran los comienzos del Iluminismo, aquella corriente de pensamiento que sostenía que la razón era aquella que ordenaba la realidad. Es decir, aquello que no era razonable, aquello que la razón consideraba ilógico e irreal debía ser cambiado. Opuesto, claro está, a los designios divinos que justificaban el reinado absoluto por deseo divino, sistema predominante en aquellos días. El iluminismo también cometía el error de transformarse en justificación de civilización justificando algunas teorías etnocéntricas que no aceptaban las diferencias culturales y con el argumento de traer luz cometían barbaridades como la guillotina en la plaza y demás cuestiones.

En nuestros días, aplicar la razón no suele ser una costumbre muy enraizada. Tratar de procesar lógicamente lo que sucede puede ser arriesgado y sin duda, no está en la voluntad de los medios de difusión que son la principal fuente de información de la sociedad que cada vez lee menos y se idiotiza más. La razón, aquella vendita razón venerada por René Descartes, por ejemplo, nos trae luz aquí. Está claro que, con una economía fracturada por la crisis internacional, con una inflación galopante que transforma en una ilusión óptica el poder adquisitivo de las personas y tantos otros problemas políticos y sociales estamos lejos de vivir en el mejor de los mundos posibles. Sin embargo, a diferencia de lo que sostiene Voltaire, no vivimos en el peor de los mundos posibles, la clase política argentina sabe como sorprendernos y SIEMPRE SE PUEDE ESTAR PEOR, con la soberbia de la clase dirigente actual hacia allá vamos.

Para aquellos que se quedaron con las ganas les dejo el link para que puedan leer Cándido o el optimismo, un cuento bien cortito que no tiene desperdicio.

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/voltaire/candido.htm

Un optimista es un pesimista mal informado.

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