De los decretos y como la democracia se vuelve antidemocrática

Resulta un título un tanto extraño para una entrada, lo reconozco. Así solían nombrar sus capítulos los autores de la antigüedad. Haciendo referencia a lo que se iba a desarrollar a lo largo de esas líneas. Realmente no logro dilucidar a esta altura del texto (sólo van dos oraciones) para donde marchará la prosa en esta ocasión. Suele ser bastante caprichosa y encaminarse para el lado de la opinión cuando uno quiere hacer un tratamiento más teórico del tema y luego engañarnos para terminar llevándonos hacia un campo académico de algo que hubiese sido más fácil contarlo en forma de crónica. Así es ella, la prosa literario-periodística, caprichosa, engañosa, coqueta y muy autoritaria.

Aquí se encuentra una relación asombrosa con la presidencia de la nación argentina (todo en minúsculas, sepan disculpar la irreverencia). Cuidado que no me estoy refiriendo aquí a las individualidades (o no tanto) que ocupan el sillón de Rivadavia en este particular momento histórico, no, ni remotamente. Me refiero a la presidencia como ente, el espacio de poder, sea quien sea que lo ocupe en su momento. Parece que alrededor de la oficina central de la Casa Rosada hay como un campo magnético de poder que vuelve a la gente extremadamente autoritaria. Sobre el escritorio hay millones de herramientas que permiten solapar ese autoritarismo y generar en los argentinos una sensación de democracia.

1983. En Octubre yo cumplía un año de vida; en ese mismo año nacía la democracia. Prácticamente nacimos juntos. Como muchos de ustedes yo soy lo que la generación anterior considera “hijos de la democracia”. Claro está que luego de la más aberrante dictadura que hemos vivido en la República Argentina cualquier sistema sería democrático, incluso hasta George Bush podría pasar por democrático en ese contexto. Ahora cabe preguntarse, aunque más no sea por el deporte de hacerse preguntas, ¿vivimos realmente en democracia? Particularmente me cuesta creerlo. Me resulta bastante complejo llamar a este sistema “democracia”. Diciendo que la democracia en su concepto más puro es imposible me volvería evidente y no estaría descubriendo la pólvora ni mucho menos.

El problema es cuando, como en nuestro caso, ni siquiera aquella democracia posible se vuelve imposible por exclusiva responsabilidad de sus ejecutantes. Cuidado que en este caso en particular la categoría ejecutantes abarca a todos. Sería interesante que por una vez no se caiga en la fácil y consabida expresión que dice: “Los políticos son todos unos chorros”. No porque no sea cierto o si lo fuera, no conozco a todos los políticos como para hacer una afirmación de esa calaña pero si me animo a decir que son sólo una parte importante del grupo de ejecutantes de la democracia.

Este sistema que tanto veneramos como aquel que nos llena de libertades civiles y sociales no es una construcción natural. Nadie se levanta por la mañana pensando que tiene que generar viento para que las hojas de los árboles se caigan en otoño. Ese es un proceso natural, la naturaleza se encarga de esas tareas. La naturaleza no puede generar democracia. Es una construcción social y por lo tanto depende de todos nosotros.

La mayor parte de los 25 años de “democracia” que vivimos en la Argentina estuvo signada por los famosos decretos de necesidad y urgencia. Esa herramienta fundamental para que el autoritarismo parezca democrático. Lo único que se necesita es una mayoría más o menos afín en el Congreso que vote velozmente la prórroga de la emergencia económica que establece la existencia de aquellos decretos y ya está. A partir de allí el recinto donde desempeñan sus tareas los representantes del pueblo puede quedar completamente cerrado o abrirlo para nombrar ciudadanos ilustres y alguna otra tarea administrativa de mayor o menor importancia. Triste pero real.

A uno y otro lado de la Avenida de Mayo existen dos enormes y preciosas estructuras edilicias que datan de muchísimo tiempo atrás. Son para mí como aquellas mujeres rubias, preciosas, despampanantes que realmente nos hacen dudar de su “belleza interior”.

Como sociedad nos hace falta crecer muchísimo, madurar, aprender que la democracia; la verdadera democracia; depende de todos nosotros, de vos, de mí, de aquel vecino que no te cae nada bien y de aquella vieja copada que te saluda cuando vas caminando hasta la parada del tren. Todos nosotros hacemos que esto sea democracia. Involucrate, pensá, que no te de lo mismo quien está en que lugar, que no te digan desde las tapas de los diarios quien va a ser el ganador de las próximas elecciones para que vos vayas y lo concretes en la realidad. El ganador lo decidís vos. Tus representantes son elegidos por vos y ahí no termina todo, recién comienza. El ejercicio democrático es como vestirse, hay que hacerlo todos los días, hay que llevarlo a cabo con el corazón y con la razón, sólo de esta manera podremos tener una sociedad más democrática y un país mejor.


Comentarios

Lilith ha dicho que…
muy buen articulo ;) me gusto lo q cuestionas, en relidad vivimosen una democracia?
Enrique Pareta ha dicho que…
Gracias por tu comentario Lilith... No tuve tiempo de contestarte antes. Es importante seguir preguntándose todo este tipo de cosas ya que son las preguntas las que nos hacen evolucionar y no las respuestas.

Saludos!

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