Luis XVI y María Antonieta

Eran épocas feudales donde unos pocos tenían muchísimo. Los señores tenían la propiedad de la tierra y sometían a los que la trabajaban. Estos eran conocidos como los siervos de la gleva. No poseían derechos, sólo obligaciones.

Por otra parte existía un estrato social diferente que no participaba directamente de la producción pero que tenía una ingerencia importantísima, la nobleza. Estos estaban a cargo de regular las relaciones de poder en la sociedad. Se encargaban de las cuestiones atinentes a gobernar y organizar las estructuras sociales de un territorio que lejos estaba de denominarse país o nación, se llamaba Reino. El más noble de todos los nobles era el REY.

En lo que ahora se conoce como Francia existía un rey que tenía un delirio de poder importantísimo. No permitía que nadie más que él tenga algún tipo de determinación en las decisiones políticas a tomar. Algunos podían simular hacerse cargo de algún área del gobierno pero a rigor de verdad el poder estaba altamente centralizado.

Entre sus decisiones más importantes, en una oportunidad y altamente influenciado por el delirio de grandeza de su mujer María Antonieta, decretó un impuesto importantísimo a los productores agropecuarios. Una situación que, sin duda, generó grandes problemas internos en su reino. Además, a nivel mundial, la crisis alimentaria era tan notoria que vivir era en realidad sobrevivir. Aquí se hizo famosa aquella frase que María Antonieta le respondió a sus guardias cuando estos le informaron que la plebe se quejaba de la escacez, “Denle torta, a mi que me importa” contestó.

Este contexto social, político y económico tuvo su desenlace en lo que hoy varios siglos después conocemos como la Revolución Francesa. Sin lugar a dudas, no hay peor tragedia que un gobierno autoritario y con delirio de poder le toque el bolsillo a un burgués.

CUALQUIER SIMILITUD CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA.



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