¿Qué sería de Boca sin River?

Pudo haber sido una crónica sobre el partido en el que ayer Boca Juniors le ganó a Maracaibo por 3 a 0 y clasificó para la próxima ronda de la Copa Libertadores. Podría, pero no, no lo es, es otra cosa. Pensemos en el equilibrio de las cosas. El ying y el yang; el azucar y la sal; la temperatura y la sensación térmica; rubias o morochas; flacos o gordos; estúpidos o inteligentes; gobierno y oposición; todas contradicciones indispensables para el desarrollo de la vida humana.

He aquí parte del problema que aqueja a la Argentina de hoy, la falta de equilibrio. En un libro muy simple y de fácil lectura llamado “Democracia, una guía para los ciudadanos” el politólogo Robert Dahl desarrolla con increíble precisión el concepto de poliarquía. Para dar aquí una definición rápida y simple del término podemos decir que sería una versión realista de la democracia. Seamos más claros. La democracia, como se han encargado de enseñarnos en la escuela, es ni más ni menos que el gobierno (kratos) del pueblo (demos). En un sentido estricto esto es imposible o al menos improbable.

¿Cómo? ¿Nosotros no gobernamos? Lamento informar que no. Aquí pueden abstenerse de argumentar sobre el pucho aquellos detractores del sistema de gobierno que apelan a la corrupción política para dar por tierra con la democracia. Nosotros no gobernamos porque por ejemplo, en mi caso soy periodista; vos quizás trabajás en una empresa; vos por otra parte sos comerciante y vos quizá estés desempleada. Ninguno de nosotros ocupa puestos de gobierno.

Claro, allí vienen otros de la centro-izquierda del espectro político a decirme que a través del gobierno representativo gobernamos. A lo cual me permito refutarle que, en lo concreto, es sólo eso, una representación, no nosotros. Ahora, vos estás diciendo: “Che! Mirá Ester! Este loco quiere que vayamos a la municipalidad y nos sentemos en un escritorio!” Bueno, por más idealista que parezca no lo veo ni factible ni sano. Pero llamemos a las cosas por su nombre.

Poliarquía es entonces un término más preciso para definir los sistemas de gobierno actuales en la mayoría de los países de occidente. El gobierno (kratos) de muchos (poli). Entre los requisitos que tiene este sistema político para funcionar y no ser una desviación política en términos aristotélicos son varios y sería inconveniente para esta entrada extenderse en todos los puntos. Para esto los invito a inmiscuirse en los libros de Robert Dahl, tanto el citado anteriormente como aquel que lleva por nombre precisamente “Poliarquía” que resulta un tanto más técnico y con una marcada orientación a la comunidad científica a diferencia del otro que está escrito de manera más simple. Uno de esos puntos es la necesidad concreta de una oposición. Sí, como River y Boca, ahora nos vamos entendiendo, ¿no?

Luego, como mencionabamos en un comienzo, cabe aquí, en pos de analizar un poco la problemática actual de nuestro país, pensar en esto. Se suele decir que no hay que buscar problemas donde no los hay pero sin una oposición no se puede crecer, no hay evolución sin necesidad. Por esto y no por otra razón es que nuestra presidenta busca una oposición fuerte contra quien debatirse. Los productores agropecuarios golpistas, la valija de Antonini Wilson o el Menchi Sabat y los generales mediáticos a los cuales este soldado responde.

Es indispensable entonces que la oposición actúe como tal. Reviste carácter de urgencia que todos aquellos que por decisión popular no son gobierno se ocupen de cumplir con la función poliarquica de transformarse en canales de acceso para todos aquellos que pensamos y sentimos diferente. Uno de los grandes problemas de la política es que SIEMPRE y en todo momento involucra los sentimientos porque como solía decir un profesor mío, desde su soberbia pero acertadamente, LA POLÍTICA SIRVE PARA CAMBIARLE LA VIDA A LA GENTE. Para bien o para mal es arena de otro costal.

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