Somos nosotros, hagámonos cargo (Children of Men)

El arte suele tener la virtud de estimular sensaciones encontradas. Es por eso que todos en algún momento y casi sin darnos cuenta intentamos tener alguna vincularnos con él de alguna manera. Aquel que no tuvo una bandita en la secundaria, estudió dibujo o quizá hizo teatro. De alguna u otra manera nos vinculamos con el arte; algunas personas tienen cierto talento y por ende pueden hacer cosas maravillosas y sólo algunas pocas, poquísimas por cierto, logran desandar los caminos viviendo de eso.

Los domingos a la noche no hay mucho material en la televisión orientados a aquellos que, como yo, no disfrutan de mirar fútbol. Algún programa bizarro que muestra como muchachas plásticas se agregan más plástico por televisión abierta y alguna otra película clase J norteamericana. Pero algunos, como yo, tenemos la suerte de tener muchos amigos. Uno de ellos, en nuestro último encuentro fernet mediante, me recomendó que vea una película futurista.

Debo hacer un paréntesis aquí. Odio las películas futuristas, me molesta la ciencia ficción y todas esas cosas irrisorias que intentan fantasear aquellos cineastas optimistas que interpretan al futuro como naves que vuelan, tecnología de súper avanzada y una sociedad armoniosamente constituida debido a la enorme evolución social y política de la humanidad. Más que optimismo, utopía.

Pero claro, cuando uno se puede considerar amigo de otra persona es porque la conoce lo suficiente como para entenderse sin hablarse y todas esas cuestiones que se escriben en casi todas las canciones que hablan de la amistad. Este es el caso. Mi amigo me dice: “Llevate esta película y mirala, está ambientada en el 2027…” (mi cara de desprecio debe haber sido notoria ya que rápidamente aclaró) “… no te preocupes, estoy seguro que te va a gustar”.

La película se tradujo al español como Niños del Hombre un título bastante bizarro y poco evidente a diferencia de otro más obvio como puede ser Titanic, por mencionar alguno. En fin, un nombre que te hace pensar un poco. No es mi intención aquí hacer una crítica ya que no es mi área pero si pretendo hacer una reflexión que sólo ameritan las películas que, como esta que aquí menciono, te obligan a mirarte desde un plano corto por encima del futón y preguntarte donde coño estás parado en la vida.

Es menester, entonces, hacer un pequeño desarrollo sobre el argumento de la obra ya que no habría manera de que entiendan la reflexión sin él. La historia se plantea en un mundo que lleva 18 años de infertilidad. Sin dar muchas explicaciones sobre los porqué de la situación, el autor plantea que las mujeres son infértiles y que la falta de procreación ha provocado en el planeta un caos descomunal. El terrorismo reina en todas partes del mundo, todos los países del mundo colapsaron y el único que subsiste políticamente es ni más ni menos que Gran Bretaña. Esto no me pareció del todo raro, es histórica la cintura política de la isla para sobrellevar grandes conflictos mundiales trasladando las pérdidas a otros países. Por su parte en la Gran Bretaña de 2027 hay una fuertísima campaña para impedir el ingreso de inmigrantes ilegales que se abalanzan hacia sus costas buscando alguna forma de sobrevivir. Luego de 18 años una inmigrante africana refugiada queda embarazada lo cual la convierte en una figura de relevancia histórica.

Hasta aquí todo lo que hay que saber para comprender las próximas líneas que me dispongo a escribir. La obra plantea la necesidad de los niños, de la juventud para mantener este mundo en condiciones habitables. En una escena que se desarrolla en una escuela abandonada un personaje dice: “Qué distinto que es el mundo con la risa de los niños”, y es cierto, ¡vaya si es cierto!

¿Qué rol nos toca a nosotros los jóvenes? Nosotros nos encontramos en el medio entre aquellos infértiles que destruyen día a día el mundo (tanto en la película como en la vida real) y aquellos niños del hombre que no pueden más que nacer muriendo. El mundo actual vive en sí un cierto grado de infertilidad. Una madre que da a luz a una persona hoy en día la trae a un mundo donde reina el desastre. Sí, no te sorprendas, el hecho de que vos y yo estemos sentados frente a una máquina y tengamos la panza llena no significa que el mundo en el que vivimos hoy sea el mundo televisado que disfrutamos a diario desde nuestro sofá. La televisión NO muestra las constantes guerras civiles en África por el hambre, tampoco muestra las pestes que matan a cientos de miles de personas en los países de tercer mundo y sin ir tan lejos Telenoche NO investiga las causas de fondo que provocan la enorme pobreza que existe hoy en la Argentina.

Vivimos en la infertilidad del desarrollo, en la infertilidad de la escasísima dinámica social. En la predeterminación del crecimiento humano de los individuos que en contados casos logran cambiar las condiciones materiales en donde nacen. Somos personas fértiles en un mundo infértil.

Sin embargo, no sirve con rasgarnos las vestiduras para después realizar el automático acto de acercarnos a la heladera a agarrar otra cerveza. Aquí, aquellos que se creen piolas suelen responder: “Bueno, ¿qué querés que no comamos más? ¿Yo que culpa tengo?”. ¡Maldita sea la educación religiosa que enraizó en nosotros el sentimiento de culpa! No se trata de buscar culpables gente, se trata de hacerse cargo y tomar responsabilidades. Nosotros los jóvenes estamos en un estadío generacional donde se nos es increíblemente difícil hacernos responsables, pero lamento comunicarles muchachos que hay que hacerlo. Hay que tomar cartas en el asunto. Cada uno de nosotros desde nuestro lugar tiene que comenzar a hacer algo. Empezar por conocerlo no vendría nada mal. Enterarnos de las cosas, saber lo que pasa, saber porqué pasa, entenderlo, preguntarnos que podemos hacer para solucionarlo y por último, lo más importante, hacerlo.

Puede llegar a resultarnos más o menos cómodo, dependiendo del grado de compromiso social que tengamos; puede llegar a ser más o menos fácil, dependiendo de las ganas que le pongamos; puede llegar a tener mejores o peores resultados, dependiendo de cómo lo miremos. Hay una sola certeza en todo esto: los responsables de que esto cambie, SOMOS NOSOTROS, HAGÁMONOS CARGO.

Nota al pie: Desde ya recomiendo mirar la película luego de leer esta reflexión para poder al menos comprender la lógica que me invade y quizá como efecto secundario sentir esa motivación interior de ver un mundo futuro bastante realista y no tan lejos del de hoy. Como un regalito de quien escribe, les dejo aquí un video clip hecho en base a la película.

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