De historias e historietas



En la entrada anterior diferenciábamos mínimamente la política de la politiquería. La misma diferenciación podríamos hacer entre los conceptos de historia e historieta. En la primera, los episodios se relatan con una verosimilitud que intenta reflejar un episodio de la manera más real posible. Por un largo período de tiempo, por ejemplo, la República Argentina hubiese jurado que Rolando Rivas Taxista existía y no estaba encarnado por Claudio García Satur, lo mismo con algunas novelas clásicas de que logran contar muy bien una historia.

La historieta, en cambio, no repara en estas cosas. Es dibujada, es una construcción con un anclaje en la realidad pero con cierto ejercicio ficcional que nos permite inventar cosas que no existen o ridiculizar cosas absurdas que, a veces, casi ni se necesita magnificarlas ya que en la realidad son bastante ridículas.

Cuando empezó el conflicto entre el campo y el gobierno pensé que estaban haciendo historia; que esta situación iba a quedar completamente retratada en los libros que las generaciones posteriores, mis hijos por ejemplo, estudiarían en la escuela. La pregunta que hoy, luego de 69 problemáticos días me pregunto: ¿Qué estudiarán de esta historia? Cuando intento responderme siento miedo. Temo enormemente que se retrate la versión ridícula que están mostrando hoy por los medios de comunicación. La historieta de esta historia que plantean los grandes centros de poder de la información.

Ayer asistíamos a apreciaciones ridículas del conflicto, gente especulando en todos los ámbitos. El sector financiero, el sector comercial, el sector político, el sector agropecuario, el sector económico, etc. Una especulación desmedida propia de la idiosincrasia argentina. Los ciclos productivos del país entran en una crisis propia de un capitalismo periférico y dependiente que nunca termina de aceptarse periférico y por ende termina sufriendo las crisis doblemente.

La historieta que vemos hoy reemplaza, lamentablemente, a aquellas que retrataban hechos históricos con una rigurosidad impresionante y que realmente entendían que la historieta era algo serio. Hoy hacer historietas es desvirtuar la realidad sin contemplar lo social y “dibujando” a gusto y piaccere nuestra propia versión de los hechos. Lo único que queda como esperanza es que si se trata de dibujar la realidad, por lo menos, hagámoslo nosotros mismos y no compremos ese dibujo que otros nos hacen para someternos intelectualmente.


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