Mi primer gran susto periodístico

Si no pasa en la tele no existe. Al menos esta es una de las conclusiones que saqué luego de una de las semanas más conmovedoras y trascendentales de mi vida. Trescientas personas lideradas irresponsablemente por un contradictorio y prepotente dirigente social y ningún comentario.

El conflicto que sostuvieron el campo y el gobierno por más de 120 días hizo historia en la República Argentina. Pero los episodios históricos son tales porque modifican el transcurrir de las personas que los protagonizan. Absolutamente todos los argentinos de alguna u otra manera fuimos protagonistas de esta historia reciente de nuestra nación. En mi caso, desde el periodismo.

Más allá de que algunas personas que dicen conocerme se animan a afirmar que yo fui periodista toda la vida, lo concreto es que comencé a desarrollarme en la actividad este año 2008. La oportunidad llegó de la manera menos pensada y en el lugar menos pensado, San Pedro. Siendo oriundo de Buenos Aires uno jamás imagina que una ciudad tan ajena lo albergará tan amablemente y, sobre todo, tan generosamente.

Por supuesto que las cosas no pudieron haberse dado de mejor manera. Comenzar una carrera periodística un año tan cargado de acontecimientos para retratar, es el deseo de toda persona que intente dedicarse a esto. Siempre se sueña con tener la posibilidad de contar algo grande, importante. Esto, en sí, resulta dualmente peligroso. Por un lado es cierto que llena de satisfacción poder contar algo tan trascendental como para tener la capacidad de cambiar la vida de miles de personas; por el otro es verdad también que muchas veces uno se transforma sin quererlo en el portador de las malas noticias. En definitiva, toda profesión tiene sus contras y esta parece ser una de las que tiene el periodismo.

Me tocó estar haciendo lo que me gusta, donde más me gusta. Contando lo que pasa desde el lugar donde se están sucediendo los acontecimientos. Había que estar en el Congreso de la Nación, el día de la votación en la Cámara de Senadores del proyecto que transfomaría en ley la resolución 125. Pero no sólo lo que sucedía adentro importaba, también era necesario reflejar, lo más fielmente posible, lo que pasaba en la Plaza del Congreso. Una importante cantidad de gente a 153 kilómetros de allí me tenía como sus ojos, sus oidos, sus pies, sus manos, etc. En fin, a través mío una ciudad se enteraba minuto a minuto lo que pasaba en el Congreso, adentro y afuera.

En una de las coberturas desde la Plaza del Congreso veo que un grupo de algo más de trescientas personas comienza a trasladarse por la Avenida de Mayo. Era la gente del Movimiento Evita liderado por Emilio Pérsico. Para todo aquel que le resulte difícil imaginarse esto, suponga que treinta equipos de fútbol se desplazan abrazados por una de las arterias más importantes de la Capital Federal. Uno suele abrir juicios todo el tiempo y la primera impresión sugería que esa decisión era de lo más irresponsable.

Decidí seguir esa columna de gente ya que me resultó importante relatar a la distancia un episodio que podría provocar encuentros violentos entre personas. En su trayecto la columna se cruzó con las carpas que los ruralistas y el movimiento liderado por Raúl Castells tenían sobre la Plaza del Congreso. Allí fueron los primeros disturbios. Algunos de los manifestantes del Movimiento Evita dejaron de estar encolumnados para acercarse peligrosamente a dichas carpas con el único fin de provocar. Fueron rápidamente contenidos y, por fortuna, esto no pasó a mayores.

La columna de gente siguió su marcha, causando severas dificultades en el tránsito, hacia la Plaza de Mayo. Hasta aquí yo era el único medio que relataba lo sucedido. Finalmente y luego de unos 25 minutos aproximadamente los manifestantes liderados por Emilio Pérsico llegan a la Plaza de las Madres. En ese lugar la única cámara que se pudo ver estaba encendida. Crónica TV filmaba cuidadosamente la entrada al espacio verde que se encuentra frente a la Casa Rosada.

Un periodista tiene que preguntar con el único fin de contar la verdad. Me acerco a Emilio Pérsico para indagar sobre las razones de semejante traslado, me contesta irascible que estaban aburridos en la Plaza del Congreso y que decidieron trasladarse para luego de algunos minutos volver a marchar sobre sus pasos. Le pregunto si no le parecía inapropiada su decisión y me contesta de mala manera. Al identificarme con un medio sampedrino pregunta si mi padre tenía campo, se niega a contestar a mis preguntas y en forma agresiva me invita a alejarme de allí.

Si bien mi carrera periodística es corta jamás pensé que me iba a sentir así. Las miradas de la gente me acechaban. Realmente sentí miedo. Quizá mi falta de valentía hagan que este haya sido un sentimiento exhagerado pero lo cierto es que mi sensación de temor fue de aquellas que hacía rato no sentía. Esa sensación de incomodidad que reseca la boca y acelera la respiración. Aquellas personas me seguían mirando. Al cabo de un momento vi, a lo lejos, que los periodistas de Crónica TV estaban sentados en un banco próximos a un policía. Allí me quedé hasta que la columna de gente decidió emprender su retorno.

Es increible como la televisión puede cambiar las cosas. Este episodio aquí relatado sólo apareció en algunos compactos editados por el único canal de televisión presente en la plaza. Los demas medios no hicieron ninguna mención al respecto, como si nunca hubiese pasado. Es más, estoy empezando a pensar que nunca pasó. No puede ser producto de mi imaginación tamaña sensación de incertidumbre. Es que la tele produce los acontecimientos, los que pasan y los que no. La tele tiene ese poder.

Pero no solamente ostenta para sí, la caja boba, la capacidad de modificar la realidad sino que también logra modificar a la gente. Aquel dirigente social (para ser generoso en la denominación) que asiste a responder desde un discurso de centro izquierda las miles de preguntas de las cientos de cámaras de televisión, no tuvo la delicadeza de responder las dos o tres humildes preguntas que intentó realizar un periodista de a pie, armado solamente con un pequeño teléfono celular. Actitudes como esta sólo dejan una sóla certeza, el periodismo es una actividad modificante; es menester tener bien presente esta característica para no cometer atrocidades a la hora de modificar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Luis XVI y María Antonieta

Las palabras dicen muchas cosas

Un tango para Serrat