Trascender y la estupidez al servicio de vender papel

Me levanté tarde. Ayer tuve un día agotador. Una de esas jornadas que seguramente reviviré cada vez que mis hijos estudien con su moderno profesor de historia los acontecimientos más importantes de los últimos años. Seguramente me encontraré refutando algunos conceptos de historiadores que escriben sesgados por su subjetividad y sin haber estado ahí. Ayer tuve el privilegio y el honor de participar en la despedida al ex-presidente Raúl Alfonsín.

Cuando se esbozan las cifras desde los grandes medios viene a nuestra cabeza aquella pregunta tan desagradable; ¿Se lo merecía? Quizá como práctica socrática me animo a repreguntar a aquellos que se preguntan esto; ¿Importa si se lo merecía? Hay un dicho que manifiesta que en la mayoría de los casos, la realidad supera la ficción y quizá este ha sido uno de esos episodios donde lo concreto va más allá de lo que uno puede suponer realizando esas irrisorias conjeturas entre neuronas y dentritas.

Más de 80.000 personas pasaron por el salón azul a ver el féretro, más de 120.000 seres humanos lo acompañaron en las 22 cuadras que separan al Congreso de la Nación del Cementerio de la Recoleta. Esto es verdad, yo estuve ahí, nadie me lo contó, no lo ví por televisión con las cámaras tomando la escena en picado para que parezca más gente. Recibí los empujones, las trompadas de la policía, la bosta de los caballos de los granaderos están todavía en mis zapatos y la fila de gente al costado de la avenida Callao era interminable. Llantos, aplausos, miradas de respeto, tiernas expresiones de nenes que no entendían mucho pero que sabían que era importante: "Pa! Nunca vimos tanta gente toda junta... Ni en la cancha, ¿no?". El padre intentó vencer el nudo en su garganta pero se le hizo imposible, el niño recibió un abrazo como respuesta.

¿Se murió y ahora se transformó en un super-hombre? No. Claro que no. Pero tampoco se puede sugerir que fue una basura de dirigente, como he leído por estos días en un diario, que insiste en vender papel oponiéndose a todo lo que se le cruza aún cuando oponerse a lo imposible lo deja en el ridículo absoluto. Es fácil criticar la figura del ex-presidente Raúl Alfonsín, como ser humano que era, cometió una enorme cantidad de errores de todo tipo. Las famosas leyes de obediencia debida y punto final, la hiperinflación y demás yerbas. Es muy simple. Uno puede hacer una disertación extensísima de estas cosas para llenar tantas hojas como la publicidad que hay en ellas lo requiera. Aunque sea una desubicación y no venga al caso.

El pueblo en su manifestación espontánea habló de otra cosa. La sociedad argentina necesita otra cosa. Reclama los valores de aquel hombre que llegó a la presidencia en 1983. Esas virtudes que no pudieron ser discutidas ni por radicales, ni por peronistas, ni por opositores, ni por oficialistas, esas virtudes que no pudieron ser refutadas, ni siquiera, por estos vende-papeles sin escrúpulos. La política reivindicada en la figura de un político que supo ser humilde, honrado, respetuoso, enorme defensor de las instituciones democráticas, recto, intachable y tantas otras que mi corta edad no me permite apreciar.

Se habla cada tanto, entre encuesta y encuesta, que la sociedad está asqueada de la política. Sin embargo la manifestación de ayer no fue ni más ni menos que una manifestación política. Pero política en el sentido amplio del término; la política del son politikon de Aristóteles; la política que hace que todos y cada uno tengamos en nosotros aunque sea la voluntad de decir que la política es una mierda lo cual no es otra cosa más que HACER POLÍTICA.

Ayer la enorme trascendencia de un hombre común me dejó una pauta muy clara, la gente no está asqueada de la política, la gente está asqueada de ésta política; de la política de cajeros automáticos y banelcos, de la política de candidatos y pautas publicitarias, de la política sin ética y de espaldas a la gente, de la política que no conduce sino que dirige; en fin, de los vicios que los humanos le ponen a la política porque como concepto la política es perfecta, somos los hombres y mujeres en nuestra práctica la que la hacemos despreciable.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Luis XVI y María Antonieta

Las palabras dicen muchas cosas

Un tango para Serrat