Prestánosla un ratito...


Era un niño maleducado. Más maleducado que niño. Empezaba a hacer esto y te imitaba. Era lo único que podía hacer. Imitar. Mal pero con voluntad. Es más, creo que era sólo eso, voluntad.
Nunca nadie nos enseña a admirar. ¿Dónde se encuentra ese Manual para el "buen" admirador? Creo que sería un best-seller.
Gritaba frente a un micrófono mientras simulaba estar leyendo algo que tenía toda la intención de estar escrito como un homenaje hacia vos. También tal vez al tan afamado Santiago Varela aunque como vos bien dijiste alguna vez "yo no estaría tan de acuerdo".
Llegaste a mí, tarde y yo creía saberlo todo, aún sigo creyéndolo pero no es políticamente correcto decirlo. ¡Cuánta gente se oculta en la misma falsa humildad! Seríamos un club enorme si nos juntáramos; esto, claro, podría suceder sólo si supieramos ser admiradores.
En fin, siempre tenías algo para decir, siempre había algo que escuchar. Con vos había algo que aprender cada domingo. Ese día tan futil, de diarios repletos de contenidos, de bajadas de línea y sin embargo a la noche, desde la actuación, desde el humor les enseñabas a todos los periodistas que no habían entendido nada. Y luego de escucharte seguían sin entender.
¡Qué fantástico sería tenerte ahora! Increible, en esta época de rebusques y luchas mediáticas ¿De qué lado estarías? ¿Cómo harías para enseñarnos que no se trata de estar en ningún lado? ¿Con que risueña frase nos abofetearíamos cada domingo?
Se te extraña. Falta ese humo en televisión, falta ese golpecito elocuente en la mesa, faltan esos sketchs irrespetuosos, falta esa subida de lentes que dejaban respirar al texto tan bien ensayado y tan mágicamente espontáneo. Falta talento. Faltás vos, maestro.
Allá en el cielo la cosa debe estar buenísima; decime que pasan largas horas con el enano maldito explicándole a Dios que imaginarse a la biblia junto al calefón es el mejor invento argentino mientras Discepolo le suplica que lo deje bajar al infierno durante las noches. Decime que está Fernando poniéndole voz a tus personajes que por razones celestiales carecen de cuerpo.
Hoy, me di cuenta de casualidad que nos faltabas desde 1996 y me pareció una eternidad transcurrida entre la adrenalina. Internamente sé que si te hubiese disfrutado domingo a domingo desde la década del '60 (creeme que si me hubiese dado la edad, lo habría hecho) te extrañaría aún más y, te lo juro, eso es un montón.
Por lo pronto me limito a volver a escucharte y a reir y llorar a rabiar mientras las carcajadas y las lágrimas compiten para ver quién es más pulenta... Tato, gracias por la magia y aunque sea por un ratito, prestanos la máquina de cortar boludos... Por favor!!!! Hace tanta faltaaaa!!!!

Comentarios

Entradas populares de este blog

Luis XVI y María Antonieta

Las palabras dicen muchas cosas

Un tango para Serrat