¡A robar se ha dicho!


Hay muchas maneras de comenzar una amistad y sólo aquellas de mucha calidad nos permiten recordar esos inicios con tanta claridad. Una de las amistades más importantes de mi vida la comencé con una apuesta cuyo premio era una felattio; gané pero desistí de cobrarla porque era un hombre demasiado feo así que preferí que sea mi amigo.
Otra manera de comenzar una amistad es planeándolo. Confieso que resulta bastante extraño lo que digo pero téngame paciencia compañero/a. Planeamos una reunión para un día específico. Un primero de año. Allí salió en la charla algo que siempre logra captar mi total atención. Comenzamos a hablar de literatura; a partir de allí todo fluye.
Pasaba por sus mentes, la de mi viejo amigo y las de mis nuevos, un libro en particular. Se llama “La ladrona de libros”. Su nombre en inglés es “The Book Thief” y es su nombre original porque está escrito por Mark Suzak un australiano descendiente de alemanes (dato no menor, se lo aseguro).
Calculo que si me hubiesen dicho que estaba ambientado en la segunda guerra mundial me habría mostrado muy reticente. Sin embargo, hábilmente, hicieron la mejor venta que se puede hacer de un texto, no comentar el argumento.
Así, la conexión con mis nuevas amistades pasó por el lugar por donde tenía que pasar. No es casual que este blog se llame Tlatoani. Los mayas consideraban a los tlatoanis como los que manejaban el arte de la palabra, de la oratoria.
La protagonista de este libro es la mejor en este arte, es la Tlatoani perfecta porque su pasión por las palabras pasa por el corazón, se entrega a estas enormes sensaciones que generan esas humildes unidades de sentido.
Ahí donde estés, en cualquier momento y lugar, siempre hay una palabra para vos. Una palabra que necesitás, una que describe tu estado, una que te alegra el día, una que te lo amarga por completo, esa que te dibuja una sonrisa, esa que te embarca en la preocupación, esa palabra que te agrede, esa que te mima el alma, esa que te pone violento, esa palabra pacífica.
Liesel, la protagonista del libro, las tiene todas; según el autor se las robó a Hittler, yo no estoy tan de acuerdo, palabras como esas no las tienen hijos de puta como él.
Y así, entre trago, tema y trago, unas palabras sentaron las bases para una nueva gran amistad. “Te lo presto pero cuidalo”.
Muy cuidado y con más historia hoy vuelve ese ejemplar a las manos de su dueña; en lo que a mí respecta mi próximo pesito que rescate será para entrar a una librería y decirle a un empleado cualquiera con lágrimas en los ojos: ¿Tenés “La ladrona de libros”? El cajero sin entender mucho, lo buscará en ese obsoleto sistema que tienen las librerías. Aunque... pensándolo bien, tal vez lo más apropiado sea robarlo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Exquisitas palabras las que hallé, haciéndole honor a un magnífico libro. Y la idea de robarlo, me superó.

Un gran beso y abrazo,
Pili.
Pd: El hecho que el libro vuelva a mis manos con más historia, me llena de orgullo y placer. Ya intercambiaremos más, lo que obviamente, nos llevará a juntarnos más y enriquecer nuestra “planeada” amistad.

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