Y salió el sol mientras escribía (Amar, esa extraña sensación)


Esta claro que escribir a esta altura de una noche larga que intenta resumirse ahora, a las 6 de la mañana, es casi el más artero acto suicida del que soy capaz; o, tal vez, lo que es mejor, del que tengo la valentía para hacerme cargo... Sin embargo, o gracias a lo vivido, queda flotando, entre alcoholes, hielos, y tempranas dormilonas, una pregunta: ¿Qué es querer? Tal vez sea ello, o aquello, quizá signifique, merced a la noche vivida, por culpa de ellos, tipear como un deforme carente de de tres de sus diez dedos. Tal vez signifique ser de otra manera; tal vez un poco de ambas. Querer es no entender porque, querer es buscarlo y aún, en ese intento futil, continuar en la eterna búsqueda de lo inencontrable.
En mi opinión, querer, qué digo querer!... Amar a alguien, es lo más cerca que voy a estar de la sensación de tener a un pariente desaparecido. Es sentir sin conocer, sentir sin entender, sentir sin ser siquiera más que esa ilusión que uno proyecta soberviamente y sin reparos, sin estirar tamaña insolencia vale la pena animarse a escribir esa prosa desmembrada...

amar es estar sin ser
saber sin parecer
andar sin recorrer

es querer ser uno
sin lograrlo
y hacer todo aquello
que esté a tu simple alcance

sentir, porque es gratuito
y vivirlo futilmente
pensar que de repente
todo sucede de a poquito

amar es verte ir, faltar, venir
soslayar, repreguntar, cuestionar
aceptar, sobrevivir
es una manera de jugar a doble o nada
esa carta que, CASI siempre significa dimitir

Y ahí estás vos,
en la espera paciente
entre las sábanas sapíentes
que subyacen, de repente,
en las penumbras brillantes
de una vida somnoliente

Y ahí estas vos,
viajando desafiante
incómodo y maliante
cuestionando los horarios
con sonrisa displisente.

Y ahí estás vos,
manejando altaneramente
sobrellevando inteligente
aquello que solamente
trasladan amigos y otras gentes

No procuro pensar, recordar o cuestionar; si quiera revisar lo que aquí escribo, porque mis palabras, mi cabeza, mi vida en general, viaja más rápido que mis dedos. Sin embargo, es cierto, que muchos de estos textos murieron en mi almohada. Tal vez porque ese haya sido su destino, tal vez porque mi borrachera no me haya permitido cristalizar otra cosa, tal vez porque Buenos Aires todavía no me había bendecido.

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