Escarmiento antidemocrático

Todavía recuerdo a mi abuela (¡brava la tana!) persiguiéndome por los patios de su casa. Claro, me había metido en líos. Tenía prohibido tocar eso y mucho más prohibido aún hacer esa escena y ese griterío que espantaba hasta a los vecinos más ruidosos. Mi abuela no paraba de gritarme y en una de sus proclamas de guerra sentenció: “Esto te va a servir de escarmiento”.

Analicemos un poco la situación desde el punto de vista teórico. Mi abuela ejercía sobre mí un poder autoritario. Yo, sin tener todavía la capacidad de discernir sobre lo que está bien y lo que está mal, debía someterme a las decisiones que arbitrariamente tomaba una y otra vez sobre mi persona. Quizá desde el punto de vista autoritario se pueda justificar que ella busque propinarme algo que me sirva de escarmiento.

¿Qué es un escarmiento? La Real Academia Española, que suele ser de gran ayuda en estos casos, define al término como Castigo, multa, pena. Sí, tiene sentido, en un mecanismo tan autoritario y tan poco democrático como la relación que tenía mi abuela conmigo es lógico que yo reciba un castigo.

Esa había sido la última vez que escuché esa palabra hasta el año pasado. El frío comenzaba a recrudecer. Se acercaba el otoño y las rutas neuquinas presentaban un paisaje demasiado blanco para esa época del año. No estoy seguro pero creo que no era nieve. No estoy muy familiarizado con el paisaje de los andes en esa parte de la patagonia pero me resulta raro que toda la nieve esté alojada en el medio del puente.

Nos estamos acercando. Son personas. Gente de blanco parada en el puente. Nos cuenta la gente del lugar que los docentes de la provincia llevan varias semanas reclamando por una mejora salarial sustancial para afrontar la estampida inflacionaria en una provincia donde el turismo triplica absolutamente todo, menos los salarios.

Desde la ruta se puede ver grandes movimientos de gente. La policía provincial llama a los docentes a retirarse de las rutas. Aducen que es un delito constitucional cortar la única vía de acceso a la ciudad. Los docentes acatan pacíficamente. Al costado de la ruta un auto de marca Fiat modelo 147 levanta la tierra amarillenta que enchastra la blancura de los delantales.

De repente resuena en el cielo un estruendo insoportable. Todo se tiñe de rojo, rojo sangre. Un disparo de un cabo que adujo tener órdenes de reprimir impactó en la cabeza de un hombre. El docente neuquino fue llevado al hospital y murió pocos días después. ¡No lo puedo creer! Yo pensé que el tiempo había pasado y que habíamos aprendido algo en todo este tiempo.

La tristeza me invade; decidí acudir a la marcha inmediatamente posterior que se realizara en la ciudad de Buenos Aires sobre Diagonal Norte a la altura de la calle Maipú. Sí, cerquita de la Casa de la Provincia de Neuquén aquí en la capital. Estaba claro que más allá del retrógrado cabo primero que ejecutó el disparo había una responsabilidad política. Como suele suceder en estos casos, los actos sirven como descargo y catarsis pero lejos están de proveer alguna solución.

Me encontraba en mi casa, otra vez desde el lugar donde muchos suelen ver el mundo me encontré con una sorpresa. Una entrevista en la televisión con el entonces gobernador de Neuquén Jorge Sobisch, me trajo recuerdos de mi infancia. “Fue un error, era para que les sirva de escarmiento” y las palabras de aquel hombre de mirada firme y con bigote de tinte totalitario resonaron en lo más profundo de mis memorias. ¿Qué similitudes tendrá él con el tipo de poder autoritario que ejercía mi vieja abuela?






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